jueves, 14 de octubre de 2010

ir a verte al cementario (con una flor y un perro)

Ya está preparando su alcoba, gustosa por recibir a aquel imbécil.
Lo imagina cruzando la puerta y se humedece.

No hace mucho le conoció casi por casualidad en la vieja estación del tren, junto al andén y el bullicio de la gente.
Siendo notable el hecho de que aquel tren era de carga, no había pasajeros que lo abordaran, sólo curiosos reunidos por el espectáculo presentado en una amplia sala del lugar, viéndose interrumpida aleatoriamente la música por el estruendo del pitido acercándose.
Corren pues como locos a saludar al maquinista, sorprendido de ver tanta gente hace chillar a la bestia sin objeción alguna cada que se lo piden.

¿Y si estrechara tu mano hasta destrozarla?
¿Si pudiera despedazarte y comerte en el más salvaje acto de canibalismo?
Mantendría mi promesa hasta el final.

Sólo la digestión nos podría separar.
Y puede que ni eso.
Nutrientes, los aprovechables, en fibra para tejidos podrían verse convertidos.

Perfecto crimen.
Nadie busca en las heces.
No en el caño.
No en mi corazón.

La proteína llenando huecos: músculos que de no forzarse a trabajar terminarían flácidos, como el orgullo aquella ocasión frente al museo.

Divertido era entonces.
Hoy ya no sé.
Yo no sé.
Soy todo eso que no sabe qué hacer.

Un tramo similar a un puente colgante.
Un puente como en cualquier sierra de cualquier planeta.

El primer paso sería como en todo, el más difícil.
No se mira atrás.







Se trata del Hartley 2, el cual podrá ser apreciado a simple vista. Habrá que dirigir la vista hacia el oriente unas dos horas antes de que salga el Sol, a partir del viernes 15 y en adelante por unos 7 días.